Por Enrique Berbel. Psicólogo. Socio núm. 135

Vayan por delante las dos verdades que voy a intentar explicar: 1. Eso le ha pasado y le va a pasar a todo/a bailarín/a, y 2. Cometes un error si te dejas llevar por ese sentimiento.

En primer lugar, no se conoce a ningún/a bailarín/a a quien no le hayan dicho que no alguna vez al pedir un baile. Cuanto más bailas, más veces va a pasar. Acéptalo y sigue disfrutando.
Hay muchísimos motivos por los que alguien puede rechazar un baile y que no tienen nada que ver contigo. Que esté cansado/a, que quiera hablar con alguien, que no le gusten el tema, o el tempo, que esté esperando para poder bailar con otra persona, y muchos más. Incluso puede ser que sí tenga que ver contigo, vaya cosas. Que no le guste tu estilo, que no se sienta cómodo/a con tu forma de bailar, que no te hayas cambiado de camiseta (hay que cuidar esos detalles, en serio) o puede que no note una buena conexión contigo (eso no depende ni del nivel ni de la persona).
Sea el motivo que fuere, nunca debemos olvidar que todas/os tenemos el derecho inalienable de elegir con quién queremos bailar, y es obligatorio respetar esa decisión.
Bailar es, y debe ser, un acto de libertad, con el principal objetivo de disfrutar y compartir. Sin esa libertad, el baile social pierde todo su sentido.
Es completamente natural sentirse contrariado/a cuando nos rechazan un baile. En ese momento de disfrute, todo lo que deseamos es salir a la pista, y una negativa rompe esas dulces expectativas. Es inevitable, aunque, sinceramente, a la mayoría, ese malestar nos resulta insignificante y dura un pestañeo. Si a ti te pasa que te sientes contrariado/a, ofendido/a o te lo tomas siempre como algo personal, entonces deja que te diga, por tu bien, que debieras mirártelo, de verdad.
No elegimos cómo nos sentimos. Las emociones son así. Pero sí somos responsables de qué hacemos con ese sentimiento y de cómo actuamos una vez se activa la respuesta emocional.
Dejar que ese sentimiento de rechazo nos atrape es la mejor forma de arruinar el placer de bailar. Juzgar a la otra persona (“pues qué borde”) es injusto y seguramente erróneo. Y pensar que todo el mundo debería querer bailar con nosotros, eso es un problema personal.
Mostrar claramente que respetas esa decisión, con una sonrisa acompañando un “vale”, y no buscar ninguna explicación a algo tan trivial y efímero, es, sin duda, la mejor respuesta posible. Para uno mismo y, sobre todo, para construir entre todas/os ese ambiente de confianza y libertad que debe caracterizar el baile social y, en concreto, nuestra querida y fabulosa escena swing.
Y para que quede claro lo repito: nunca debemos olvidar que todas/os tenemos el derecho inalienable de elegir con quién queremos bailar, y es obligatorio respetar esa decisión.

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